El primer gran capo siciliano

. martes, 10 de junio de 2008
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Extraído del artículo de CARLOS BUSCEMI, para Diario de Cuyo


Mientras se alisaba tranquilamente su barba, don Vito Cascio se dirigió al presidente del Tribunal de Palermo, que acababa de condenarlo a cinco años de prisión por contrabando, con las siguientes palabras: "Señores, al no poder presentar pruebas de mis numerosos delitos, han tenido ustedes que limitarse a condenarme por el único delito que no he cometido".



Recibido como un príncipe por el director de la cárcel -escribe el historiador siciliano Jackes Kermoal-, los guardianes y los presos de la cárcel de Ucciardone (Palermo), don Vito (Cascio) grabó con su cuchillo en la pared del pasillo que conducía a la enfermería: "Vicaria, malatia e nicissitari, si vidi lu cori di l\'amicu" ("Prisión, enfermedad y necesidad revelan el corazón del amigo"). Dotó a las hijas de los presos y de los guardianes, y distribuyó ayudas a los necesitados y regias propinas entre el personal de la prisión. Su prestigio era innegable: los alcaldes de los pueblos le besaban las manos y los personajes más encumbrados de la isla se disputaban el honor de sentarlo a su mesa.


Fue él quien organizó una verdadera flota de casi sesenta buques de diversos tonelajes para transportar a Túnez el ganado robado que ciertos revendedores comercializaban por cuenta de los "cosche" (grupos de "familias"). Esta flota permitía también evasión de los que cometieron delitos perseguidos por la policía, y los "mafiosi" acosados eran transbordados seguidamente a mercantes que se dirigiesen a América. Fueron estos singulares colonos -escribiría Michele Pantaleone, uno de los historiadores de la Mafia- los que fundaron en Norteamérica (San Luis, Kansas City y Nueva Jersey) la organización delictiva de la "Mano Negra", llamada más tarde "Cosca Nostra" y, después, "Cosa Nostra". Dueño indiscutido de las tres cuartas partes de Sicilia, don Vito no tardó en aplicar impuestos a todas o casi todas las fuentes de ingresos.


No sólo recaudaba el "Pizzu" ("pico del ave": acción de cobrar, picotear en uno y otro negocio) sobre la facturación de los comerciantes, sino que además se garantizaba el monopolio de "los amigos": cualquiera de éstos tenía la seguridad de que jamás tendría competidores. Don Vito y los demás "Zii" (tíos), cada vez que se cometía un delito ofrecían su mediación. El ladrón nada tenía que temer, ya que la víctima pagaba para recuperar lo suyo, una suma inferior a su valor, y la Mafia sabía sacar su tajada de la transacción. El sistema fue perfeccionado hasta el punto de que nadie se atrevía a recurrir a la policía o a la justicia ordinaria. Vito Cascio Ferro, oriundo de Vizcaíno (Palermo), era el juez único y soberano. Incluso llegó a aplicar un impuesto a los enamorados; éstos (tal era la costumbre siciliana), cuando paseaban bajo las ventanas de sus amadas, debían pagar "a cannila", es decir el precio simbólico de una vela que, teóricamente, por lo menos un miembro de la mafia sostenía para iluminarlos.


La guerra de 1915-1918 (Italia entró en la guerra un año después de 1914) sería para don Vito una magnífica fuente de ingresos. Fue cuando entró en juego un "gabellotto" (cobrador de alquileres) de Villalba llamado Calogero Vizzini, que contaba 38 años cuando Italia entró en guerra en 1915. Fue tres veces juzgado por asesinato, ocho veces por robo y once veces absuelto por falta de pruebas. Se había granjeado el respeto y ganado el derecho de ostentar el envidiado título de "U Zio" (tío principal), y de ocupar en su zona de Villalba al jefe de la "cosca" (alcachofa) que controlaba las regiones de Mussomeli y Caltanisetta.


Todo un ejército de caballeros mafiosos fue puesto en pie y los aldeanos vieron pasar a galope la caballería mafiosa en sus incursiones por la campiña. Varios campesinos que se oponían fueron eliminados, otros vieron arder sus granjas y otros despertaron una mañana para descubrir que no les quedaba ni un solo caballo, oveja o cabra. Lo mismo ocurría con el trigo, las aceitunas y hortalizas. La mafia fijaba un precio irrisorio y el campesino se veía obligado a aceptarlo, so pena de asistir a la desaparición de sus bienes, esta vez, sin la menor retribución.


Así las cosas, don Vito Cascio tuvo una idea que confió a don Calo Vizzini. Enterado de que el Ejército italiano envió a Sicilia una comisión de militares para requisar caballos destinados al frente de guerra, don Vito y don Calo actuaron en tres etapas: primero ofrecieron su protección a los propietarios de los caballos válidos que no deseaban entregar a la requisa; seguidamente brindaron sus servicios a los propietarios de animales enfermos o demasiado viejos, para los cuales una requisa a precio de amigo pudiese constituir una excelente operación; y finalmente, puesto que la comisión militar a pesar de todo necesitaba unos cuantos animales válidos, cabía venderle caballos robados sin que resultasen demasiado onerosos los precios reducidos por las primas que sería preciso ofrecer a los "pisciotti" (encargados de ejecutar el trabajo) y a los encubridores.


Todo esto funcionó tan bien que don Vito decidió perfeccionarlo, y si no salía como esperaba recurriría a las amenazas de muerte contra los oficiales enviados por el ejército que se negaban a pagar el precio fijado por sus clientes mafiosos. Se llegó a vender animales casi moribundos a precios que desafían toda imaginación. Con este súper negocio, don Vito y don Calo amasaron una fortuna increíble.


Enterado de lo sucedido, el general Moccia puso bajo arresto a varios coroneles y otros jefes acusados de encubridores y de haberse dejado "comprar" por la mafia, ocasionando un enorme descrédito al ejército italiano. Calogero Vizzini fue acusado. Pero don Vito Cascio viajó a Roma y conversó con dos o tres ministros de su relación. El resultado final llegó con la clásica fórmula: insuficiencia de pruebas para don Vito y para don Calo. Los únicos condenados fueron tres coroneles, cinco comandantes... y ni un solo mafioso.

1 comentarios:

mamapi dijo...

Escalofriante tu narración, aunque por desgracia, actualmente tambien existen esos personajes que esquilman al pueblo, con sus impuestos y haciendo de rey Midas fuera del pais, mientras los que viven dentro se ven amenazados con la ruina y la dictadura mas feroz, aunque se quiera disfrazar con la palabra REPARTO DEL BIEN COMUN
Besos y hasta pronto