• La mafia napolitana, la Camorra, nació bajo la dominación española, en el siglo XIV. Por eso, a algunos capos sus amigos y seguidores les llaman “guappos”. Unas 200 familias o clanes diferentes controlan las basuras, la droga y hasta el precio de la leche en su región.
Camorra. Palabra de origen español que en Nápoles, la tercera ciudad de Italia, significa poder. Y también miedo, asesinatos –más de cien cada año–, tráfico de drogas, prostitución, extorsiones –pizzo– a restaurantes, locales, control de servicios públicos, de recogida de basuras... “Unas 200 familias o clanes integran la Camorra”, afirma un investigador español, que insiste en distinguirla de la mafia siciliana: “No tienen estructura piramidal, son clanes aparte, territoriales, con su pequeña zona de influencia que defienden a muerte”.
El tráfico de cocaína, uno de sus mejores negocios, ha llevado a las familias de la Camorra a colaborar con grupos colombianos para distribuir su mercancía. España, puerto de entrada de la mayor parte de la cocaína que viaja a toda Europa occidental, sirve de lugar de encuentro y reparto. Y, también, de un tiempo a esta parte, de lugar de refugio para algunos capos de los clanes que huyen de la justicia de su país o, aún peor, de la venganza de clanes rivales. Seis peligrosos camorristas han sido detenidos en Cataluña por la UDYCO de la policía y la ECO de la Guardia Civil de Barcelona en sólo quince meses.
¿Por qué los mafiosos napolitanos prefieren España para retirarse o para crear empresas?: Dos de los investigadores que han detenido a algunos de ellos encuentran decenas de motivos: “Nos eligen porque el clima y el idioma son similares. También porque pueden entrar y salir por tierra, mar y aire muy fácilmente, porque tienen cerca un paraíso fiscal como Andorra, porque nadie controla los contratos de alquiler de los pisos en España, tampoco nadie los locutorios, que son tierra de nadie con sus teléfonos, ordena dores y envíos de dinero a todo el mundo...”.
“A diferencia de otros grupos criminales, la Camorra sí gusta de crear empresas legales, entrar masivamente en toda clase de negocios lícitos”, subrayan estas fuentes. Los personajes detenidos en el último año no tenían aún fundada ninguna estructura empresarial, y sí, e n algún caso, vinculaciones con la cocaína. Esta es la historia de cómo cayeron en Cataluña.
28.010 euros para una noche
Cuando terminó la mariscada en el restaurante de Playa de Aro (Gerona) donde cenaba con un grupo de amigos el 9 de agosto, Fabrizio Bosti salió del local. Un guardia civil se acercó para detenerlo y vio que llevaba un Rolex que luego fue valorado en unos 60.000 euros. Muy cerca tenía su Audi A8 –más de 120.000 euros–. Y en sus bolsillos, 28.010 euros en billetes, menos uno, de quinientos. Cuando un agente le preguntó
para qué quería tanto dinero, Bosti respondió: “Para pasar la noche”. Era una noche especial porque su amiga Elena Bastone, ex mujer de otro mafioso, había viajado a España para organizar una fiesta en su honor.
Bosti es un jefe de clan de la Camorra, del grupo de Secondigiliano, huido de su país y acusado allí de dos asesinatos. En España no se sabe a qué se dedicaba, no consta siquiera una vivienda, su coche estaba a nombre de una empresa... Como los grandes mafiosos sicilianos, Bosti –uno de los 30 delincuentes más buscados en Italia– no usaba teléfono ni ordenador. Daba inst rucciones mediante los pizzini, pequeñas notas escritas a mano que pasan de unos a otros. Uno de los pizzini reflejaba el dinero que el clan enviaba a sus jefes: 120.000 euros mensuales.
Huérfano y sadomasoquista
Mario Santafede, napolitano, condenado a 13 años por narcotráfico, fugado de su país, acusado de dos asesinatos, refugiado como empresario en Venezuela y luego residente en Barcelona, no conoció nunca a su padre. Y fue el amor por su hija el que provocó su detención, el pasado 10 de septiembre. Agentes de la UDYCO de la policía de Barcelona sólo sabían que Santafede estaba allí, y que su hija, su yerno y otros dos amigos estaban en Barcelona para verle. Era buscar una aguja en un pajar. Durante dos días, los policías siguieron a los cuatro turistas por toda la ciudad: la Barceloneta, el Parque Güell... Sólo tenían unas fotos antiguas del tipo al que tenían que encontrar. Pero del capo del clan de los Marranella, ni rastro. Hasta que su hija acudió a un piso de la zona de Diagonal Mar, un apartamento de lujo con vistas al mar por el que el mafioso, que decía llamarse Francesco Lacano, pagaba 1.900 euros al mes.
“¿Por qué me detienen?”, preguntó a los policías de la UDYCO de Barcelona. “Por e sos mocasines rojos que llevas”, bromeó uno de ellos. Los zapatos eran italianos, de marca y horteras, pero en realidad le detenían por tráfico de drogas, dos asesinatos y una fuga de su país. Santafede estaba rejuvenecido, era usuario del gimnasio y el pádel de su casa. En los bolsillos de sus pantalones claros llevaba una tarjeta visa a un nombre falso y otra de un club de Barcelona, “especializado en sado” y donde se venden “juguetes para adultos”. Santafede vestía y vivía a todo lujo, pero no ocultaba sus orígenes humildes. A veces no podía ocultarlos aunque quisiera. Tanto esfuerzo para esconderse, con un pasaporte falso de Gibraltar, y al final, se enfrentaba con los vecinos por instalar una antena parabólica en la fachada del edificio frente al mar. Para los próximos días tenía un juicio al que no irá.
Repartidor con dos Mercedes
Roberto Iannuzzi, integrante del clan de los Genovese, eligió otro camino en España. No se mudó a una gran ciudad ni cerca del mar. Se ocultó en Copons, un pueblecito de la provincia de Barcelona donde vivía con su familia, en una bucólica casa en la montaña. Hasta allí llegó la policía para detenerlo en 2007. Se había buscado una nueva vida. Ahora era repartidor a dom icilio. El problema era que se paseaba en dos Mercedes distintos los fines de semana.
Fausto Frizziero fue una pieza más importante. La familia que lleva su apellido controla el barrio de Torreta en Nápoles. Él llegó a Torrebaró (Barcelona), donde fue detenido en mayo de 2007, huyendo de guerras entre clanes. Miembro de ese clan es Rafaelle Laurenti, que fue detenido por la Guardia Civil, un cachorro, un joven al que los Frizziero encargaban en Italia robar coches y armas para usarlos en sus crímenes. Vivía en Barcelona con una joven brasileña que le pagaba sus gastos.
Luca Calaio es otro miembro de la Camorra detenido en Barcelona el último añ o. Participaba en distribución de cocaína desde Milán a otros puntos de Italia hasta que huyó de su país. En España, se hacía pasar por un boyante empresario de pizz as y vivía con una gogó de la discoteca del barrio Gótico, que frecuentaba.
Seis camorristas han caído en Cataluña en 15 meses. Y la policía italiana sospecha que siguen ocultos muchos más. Entre ellos podría estar Paolo di Mauro, que ya se ha ganado un lugar entre los 30 delincuentes más peligrosos de Italia.
Uno de los agentes que luchan contra ellos ha aprendido dónde buscarlos: “Seguimos el perfil psicológico de cada uno, si le gustaba el lujo, si es discreto... Pero en general, hay tres cosas que debemos mirar siempre: restaurantes italianos auténticos, con pizzas de verdad, lugares cerca del mar, les encanta el mar, y las mujeres, de todos los colores, países y tamaños”.
Luis Rendueles y Manuel Marlasca, con información de Sonia Oranges, para INTERVIÚ